Portobello Market
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Casas de colores y ropa usada en el anticuario
callejero más célebre de Londres
Es sábado, 12 de abril. En
Londres ha salido un generoso sol que seguro agradecerán encargados y
visitantes del mercadillo de Portobello Road, en pleno barrio de Notting Hill.
Este viejo mercado callejero se monta cada sábado desde los años 50 y es un
reflejo fiel de la heterogénea atmósfera londinense.
A las 10 de la mañana ya está
abarrotado. Hay muchas cámaras de turistas, carros de la compra de los vecinos
del barrio e infinidad de atuendos variopintos de estética punk o vintage, de esos que tanto atraen las miradas de la
gente corriente que visita Londres por primera vez. También puede que haya
algún que otro aspirante a periodista en busca de algo que contar.
Todos se han acercado esa
mañana a Portobello por algo. La ropa de segunda mano, las frutas y hortalizas
recién traídas de la campiña inglesa o los muebles de estilo victoriano
restaurados con gusto por las tiendas de decoración pueden estar entre sus
objetivos. Lo cierto es que tres kilómetros de mercado al aire libre dan para
mucho.
Ahora el mercado es conocido
por la venta de antigüedades de todo el mundo, de ropa usada y de buena música.
Pero no siempre fue así. En los años 50 empezaron a llegar a la zona
inmigrantes del Caribe en busca de trabajo en la capital inglesa. Se instalaron
en la actual Notting Hill y
colorearon sus casas al igual que hacen en sus ciudades; además de organizar un
mercado de alimentos en la calle principal del barrio. Le llamaron Puerto Bello
en honor a una ciudad panameña con el mismo nombre que fue saqueada primero por
españoles, y después por británicos a la
orden del almirante Edward Vernon.
En las coloridas calles de
este barrio de inmigrantes se comenzó a gestar un ambiente exótico y liberal de
músicos, artistas y coleccionistas. Nacía un nuevo núcleo de multiculturalidad
que formaría parte de ese aurea de libertad londinense tan apreciada en todo el
mundo.
Si antes Portobello estaba a
las afueras de Londres, poco a poco, comenzó a ser rodeada por suburbios de
clase media que colocaron la zona en el distrito 1, es decir, en pleno centro
de la capital. Su excelente emplazamiento y atractivo intelectual han atraído a
gente pudiente que construyó casas de ensueño ahora convertidas en el dulce
barrio de Notting Hill cuyo ambiente se refleja bien en el idílico romance
cinematográfico que protagonizaron Hugh Grant y Julia Roberts o en el cúmulo de
despropósitos amorosos que sufre una inglesa acomodada en El Diario de Bridget Jones. Lo cierto es que sus nuevos vecinos han
respetado dos cosas: la tradición de pintar las casas de colores y la esencia
de mercado.
Talleres de artesanos, tiendas de discos,
anticuarios, tabernas, joyerías y negocios locales han ido abriendo sus puertas
y colocan cada sábado un tenderete improvisado en la puerta con sus mejores
productos. También proliferan las
galerías de arte y los puestos de comida de todo el mundo. La popularidad de
Portobello ha atraído a conocidas marcas de moda como All Saints o American Apparel
que han abierto tiendas en la calle
principal. All Saints ha tratado de
captar la esencia del barrio con su tienda en la que ha instalado una generosa
colección de máquinas de coser de época.
El recorrido habitual es
comenzar en Notting Hill Gate, la avenida que separa el barrio del mercado de
los jardines Kensignton en Hyde Park y de la zona de las embajadas. En seguida adivinamos Portobello. Las paredes de colores
y la concurrencia de gente anuncian el inicio del mercadillo. Habrá que esperar
para ver las mejores piezas de joyería y antigüedades ya que en el primer tramo
de la calle abundan las boutiques con ropa singular, los talleres de tocados y
sombreros y las tiendas cuya única ley es la del second-hand.
Recorrer con tiempo
Portobello Road significa descubrir rincones inusitados como Sister Jane, una disparatada tienda en
el altillo de una iglesia cristiana. Sus creadores te reciben con agrado aunque
no esperan turistas. En realidad son dos jóvenes diseñadores que aspiran llevar
su marca a lo más alto. Cada una de las piezas de su tienda pertenece
a la misma colección, que lanzan rigurosamente
al tiempo que se proyectan las de las grandes firmas de moda. En Portobello
también hay sitio para ellos.
Comienzan a aparecen los primeros anticuarios y
galerías con piezas de lo más rocambolescas. Podemos tocarlas y negociar aunque
los propietarios saben bien que sus tesoros están custodiados en el interior de su tienda; y
que las monedas, los mapas y los artilugios que exponen afuera son un mero
entretenimiento para el gentío.
Haciendo chaflán encontramos Alice’s, la famosa tienda de muebles
antiguos que se exponen cada sábado en su puerta sin ningún orden lógico.
Viejas maletas de viaje, globos terráqueos y demás bártulos con historia y
polvo componen el universo de este establecimiento histórico. Muy cerca está
una abarrotada librería, The Travel
Bookshop, cuya fama entenderemos al saber que se trata del lugar de trabajo
de Hugh Grant en la película Notting Hill
(1999).
El resto del recorrido es un
“no saber dónde mirar”. Te invade la sensación de que no lo estás viendo todo y
los puestos en ambos lados de la calle
te llevan de una acera a otra de manera casi cómica. Amenizando el momento,
multitud de músicos callejeros apostados en las esquinas otorgan una atmósfera
perfecta; y comienza a oler a comida ya que el tramo final lo constituye el mercado
de alimentos con frutas, hortalizas frescas y puestos para llenar el estómago.
Aquí se encuentra el salvavidas de todos los españoles que viven en Londres: García & sons, un establecimiento de
productos españoles de toda la vida como
el Cola Cao, el aceite Carbonell o la fabada Litoral.
El final del mercadillo de
Portobello Road lo anuncia el puente de la carretera del Oeste. Debajo,
multitud de puestos de comida venezolana, italiana, griega o incluso judía dan
cuerpo a un festival de primavera que, de manera insólita, se ha instalado
debajo de la autovía. Sobre un escenario improvisado un chico toca su guitarra.
Tiene al menos cincuenta personas escuchándole. En el otro lado, una vieja
furgoneta Volkswagen color mandarina convertida en bar vende cerveza y reparte
sillas para sentarse al sol. Pero no
podemos sentarnos porque como dijo el ensayista británico Samuel Johnson “quien
está cansado de Londres, está cansado de la vida”.
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