Entrevista a Félix Yáñez
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Félix Yáñez, el Miguel Ángel rural
Es la única persona que puede presumir de haber construido un
pueblo entero. Todo empezó con una pequeña plaza medieval que levantó en tres
veranos con ayuda de familiares y que ha utilizado para disfrute privado. Pero
la gente comenzó a curiosear y él, a poner piedra sobre piedra.
Su trayectoria como escultor
empezó gracias a las enseñanzas de Fidel Izquierdo, maestro del barro, al que
observaba trabajar en su tiempo libre. El año y medio que estuvo ayudando a su
padre como albañil le bastó para detestar el oficio y acabar por dedicarse a la
alfarería. Ama el taller que levantó en un terreno de sus suegros y en el que pasa
la noche entera entre arcilla. Sus manos siguen llenas de barro el resto del
día pues desde hace seis años está construyendo una réplica del pueblo de su
infancia. Toda su obra, que ha denominado territorio Arlanza, se ha convertido
en el orgullo de sus vecinos de Quintanilla del Agua (Burgos).
-¿Cómo surge la idea de
crear territorio Arlanza? ¿Crear un pueblo era la idea inicial o fuiste
improvisando?
- Ni mucho menos pensé en
crear un pueblo. El origen fue la construcción de una pequeña plaza en la que
trabajé con mi padre, mi suegro y mis hermanos. La idea era crear un espacio
privado para reunirnos la familia y organizar comidas. ¿Qué ocurrió? Que empezó
la gente a venir a verlo en el 2008. ¡Yáñez que se está haciendo un plaza
castellana a tamaño real! decían. Se me ocurrió que esta obra podía servir de
gancho para que después la gente conociese mi taller y mis esculturas. Así que
comencé poco a poco. Cada vez venía más gente y yo me iba animando. En esa
dinámica llevo los últimos seis años de mi vida.
Su trabajo empezó a atraer la atención de muchos curiosos. Esto ha coincido con el hecho de que las ferias de artesanía han ido decayendo de diez años para aquí. A este mercado no sólo le afecto la crisis, también la enorme competencia. Empezaron a celebrarse muchos eventos para la venta de artesanía. En cada pueblo se celebra al menos una vez al año un mercado medieval. Antes los artesanos hacían una ruta por un circuito de feria establecido que incluía trasladarse a Zaragoza, Bilbao o Zamora. Todos vendían todo.
-Han surgido historias
paralelas a la creación de Arlanza que nunca hubiese imaginado.
- Desde luego. Aquí, en el
corral de comedias donde me estás haciendo esta entrevista, se han celebrado
festivales de teatro nocturnos. Iluminábamos el pueblo con antorchas y venían
cientos de personas a disfrutar del espectáculo. En el otro corral de comedias
ha habido espectáculos de bailes y flamenco. Han sido noches de verano muy
hermosas. También vienen colegios en los meses de mayo y junio para que los
niños aprendan a hacer figuras con el barro y para que hagan talleres sobre el
mundo rural.
Félix Yáñez quiere dejar
claro que es un escultor aunque lleve varios años dedicado a la construcción de
Arlanza. En su rutina de trabajo combina ambas labores. Siempre ha trabajo de
noche en el taller hasta altas horas y el día lo aprovecha para trabajar en el pueblo.
Se levanta sobre las 12 y avanza en el poblado. Después de cenar se mete de
lleno en el taller y, en compañía de la radio, crea sus figuras de barro hasta
que el sueño puede con él.
-¿Disfruta con ello?
-Cada día. Trabajo sin
prisas. Siempre me he considerado escultor y concibo esto como una gran
escultura. De hecho, lo estoy vendiendo como la escultura más grande del mundo aunque
os suene de Bilbao. Pero es cierto. Entré en la página de Record Guinness y no
os imagináis lo caro que es todo el procedimiento. Por venir a tasarlo cobran
$600 y para registrarte más de 2000. Y no voy a gastarme un dinero que no
tengo. He mirado en internet y entre las obras más grandes están un buda dorado
en China y el Cristo Redentor de Brasil. No superan los 300 metros cuadrados y
mi pueblo tiene 6000. No quiero que se vea como un parque temático porque es
una escultura. Quiero que se disfrute con los sentidos como se puede disfrutar
una escultura de Chillida. Sólo que son fachadas medievales de un típico pueblo
castellano.
-¿Cuál es la historia de su
taller?
- Antes de construir el
taller trabajaba en casa y cada figura que hacía la tenía que llevar a cocer a
un horno a 60 metros. Era un engorro. En los pueblos falta gente y sobra
terreno. Mis suegros tenían mucho, además de una enorme viña y les robé un
trozo para hacerme mi propio taller. Es ahora mi núcleo de trabajo y cuenta con
un horno y una sala de exposiciones. Mis suegros viven aquí en la casa que está
junto al taller. Desde que mis hijos nacieron nos hemos pasado todos los
veranos en el terreno, que llega hasta el río Arlanza. Empecé por decorar el
entorno del taller y se me ocurrió la idea de la plaza. La verdad que parecía
estar todo preparado para continuar construyendo hasta el río. Todo ha surgido
por pura casualidad como surgen la mayor parte de las cosas.
Félix ha dedicado toda su vida a la escultura. Dejó los estudios en Burgos para ayudar a su padre como albañil. Aprendió el oficio de la albañilería que después le ha servido para crear territorio Arlanza. Pero odiaba ser albañil y le dijo a su padre que lo dejaba. En el año y medio que trabajó con él acudía por las noches en su tiempo libre al taller del que ahora considera su maestro, el artesano Fidel Izquierdo. Hacía pequeñas figuritas de barro y aprendió con él hasta que decidió hacer de aquello su profesión. Lleva 30 años dedicado a la escultura. Iba de feria en feria vendiendo su artesanía por todo el país hasta que se metió de lleno en la construcción del pueblo. “Fíjate, ahora estoy deseando cada día que amanezca para venir y ponerme una máscara, hacer una buena masa de hormigón, poner palos aquí y allá”.
-La albañilería puede ser también un oficio creativo ¿no?
-Sí, pero a un albañil se le
dice lo que tiene que hacer. Yo eso no lo soporto.
Yáñez ha concebido su pueblo
sólo como una parte de territorio Arlanza. Su taller es lo más importante para
él aunque con el tiempo, se ha dado cuenta de que el poblado es el que tiene
todo el protagonismo. “La gente pasa de mi taller y de mí y viene a ver el
pueblo” comenta con desanimo fingido y bromista. Su tez morena en pleno
invierno nos deja claro que trabaja a pleno sol. Una capa de polvo cubre su
jersey con cuello raído por el uso y las ortopédicas botas negras con refuerzo
de hierro típicas de cualquier trabajador.
-Arlanza da la sensación de
estar siempre en obras ¿Cuándo tendrá fin?
-Cuando se me acabe el
terreno. O cuando se me acabe la salud.
Al escultor se le
diagnosticó cáncer digestivo hace dos años. Le
extirparon el estómago con bastante éxito y a partir de ahí, su visión
de la vida cambió. Paseando por la plaza Mayor, la más extensa y representativa
de Arlanza, algo llama la atención, el gran colorido. Yáñez trabajó después de
ser operado en esta plaza y se recuperó mientras pintaba de vivos colores cada
una de las fachadas. Quería expresar su alegría por la oportunidad que el
destino le había dado. “No tengo futuro”
afirma, refiriéndose a que ahora vive al día. “No tengo proyectos, ni quiero
tenerlos”.
-Es imposible que en la
cabeza de un artista no haya proyectos.
-Las revisiones están
saliendo bien y a lo mejor vivo 90 años. Y mira sí, quiero hacer más espacios
interiores. Menos plazas y más estancias como la taberna, la escuela o la
ermita. Estoy pensado en hacer una panadería. También tengo en mente hacer algo
de estilo moderno. Algo grande. No sé por qué, cabezas gigantes. Me gusta la
línea de Botero y las figuras abstractas. También admiro a Agustín Ibarrola que
ha pintado árboles con pintura en el País Vasco. Pronto empezaré con un
laberinto como algo didáctico para los niños. Quiero lanzarme con algo
distinto; dejar de poner piedras.
Sin duda, en el trabajo de
Yáñez destaca lo rural. Tanto en la construcción del pueblo como en su
colección de figuras de arcilla. Vajillas de cerámica, animales y personajes de
época ocupan las estanterías de cristal cuidadosamente expuestas en su taller.
-¿Por qué esa pasión por el
pasado?
- Siempre he estado muy
vinculado a mi pueblo y a mi gente. Me gustaba el campo y las casas viejas. La
infancia en un pueblo es muy intensa. Recuerdo ir al río y no ahogarme de
milagro. También las matanzas, los días de juerga y todas las ocasiones en las
que la familia se juntaba. La familia para mí, como para todo el mundo, ha sido
esencial. Después de muchas etapas te das cuenta de que es lo que te queda.
La familia Yáñez sale a saludar a cada turista que decide pasarse a ver la obra de Félix. Es su propio suegro el que nos lleva al encuentro del artista que lleva toda la mañana trabando a pleno sol una pared que ya limita con el río. Sus hijos gestionan un blog para dar a conocer la obra de su padre. Los abuelos de Félix, que dan nombre al corral de comedias Felipe Segundo, también son protagonistas en su trabajo. Todos forman parte de territorio Arlanza.
Muchos visitantes, sobre
todo gente mayor, le comentan a Félix que su pueblo les trae agradables
recuerdos de su infancia. En una ocasión, consoló a una señora que lloraba
mientras paseaba por las callejuelas del poblado. Sin embargo, los niños que
visitan Arlanza se meten como en un cuento.
Utiliza técnicas de
construcción antiguas. Construye con adobe aunque emplea el ladrillo en algunas
zonas que posteriormente se encarga de revestir y embellecer para dar sensación
de antiguo. Le gusta trabajar solo porque sólo así se puede crear una obra.
Confiesa que, en alguna ocasión, sus hermanos le han ayudado a levantar
materiales muy pesados como los que componen la ermita, el edificio más hermoso
de territorio Arlanza. En su interior, destacan los frescos de color y un
imponente Pantocrátor románico que preside el altar.
Tampoco quiere involucrar a
sus hijos, que están acabando su formación universitaria. Aunque han heredado
la pasión por la naturaleza de la familia y según relata su propio padre, hacen
unas fotografías estupendas de animales salvajes.
-¿Conoce a alguien que haga algo parecido?
- Conozco la catedral de
material reciclado de Justo Gállego cerca de Madrid. Pero no sé de nadie que
haga algo parecido a lo que yo he hecho. Pienso que es muy difícil que se
junten en otra persona las circunstancias que se me han dado a mí. Tenía el
material de albañilería de mi padre, un enorme terreno de la familia de mi
mujer y lo más importante, la pasión por hacerlo. Ha sido vital que el terreno
esté en el lugar perfecto, con la luz, el agua y los servicios necesarios para
trabajar. En un ambiente favorable, delimitando con el río y en mitad del
pueblo.
Félix está acostumbrado a recibir a la prensa y lo hace con una sonrisa. Ha perdido al menos dos horas de trabajo para hablar de su vida y de su pasión por el oficio que tan concienzudamente escogió de joven. Vive de las visitas, que fueron más de mil el año pasado, y que vienen en aluvión cada vez que los medios hablan de él. La entrada a territorio Arlanza tiene un precio simbólico: 3 euros para que los jóvenes disfruten de un paraíso rural auténtico, los niños de una ensoñación y los más viejos de la historia de sus vidas.
Las múltiples cualidades del “Cola Cao”
El estilo Yáñez ha estado siempre
muy vinculado al pasado y de ahí, el uso de materiales reciclados y objetos de
época. Pero su corazón está hecho de barro. Aprendió observando el torno del último alfarero de
Quintanilla del Agua, Fidel Izquierdo.
El arte de la arcilla le ha acompañado durante toda su trayectoria.
Vendía sus piezas de cerámica en ferias de toda España para luego construir con
barro y adobe las paredes del pueblo de su infancia. En su taller hay expuestas
cientos de figuras de época, entre ellas, animales domésticos, agricultores o
señoras de pueblo.
Pero los pastores de barro no están reñidos con el arte moderno. Félix ha
creado varias colecciones de arte vanguardista con materiales tradicionales
reciclados, ha tenido la ocasión de exponerlos y la suerte de vender alguno de
ellos por cifras de dos y tres ceros. Asegura que sólo una galería de arte que
gestione las piezas de arte moderno puede rentabilizar su trabajo en este
campo. Pero Félix bromea diciendo que lo que le ha dado de comer ha sido lo que
él llama con cariño “Cola-cao” haciendo alusión
a la arcilla.
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