Como ciudad italiana, Génova cuenta con al menos una docena de palacios que ahora funcionan como museos y salas de exposiciones. Pero sin duda, el corazón histórico de la ciudad es el que refleja la esencia y la historia de esta capital del mar. Sus callejuelas, cuyo trazado es similar al de una judería, están llenas de pequeñas tiendas artesanales y bazares. De repente, uno se topa con San Lorenzo, la catedral de Genova, que por su proximidad a Pisa y Lucca, muestra inspiración Toscana. Las gentes son de diversas nacionalidades pues la prosperidad de Genova ha atraído a italianos de otras regiones y extranjeros en busca de trabajo en la pesca o en los astilleros.

Después de esta rápida radiografía de la ciudad, tengo que decir que el día no pudo salir peor. Pasamos frío, hizo un viento digno de Zaragoza y llovió, llovió mucho. Aun así nos dio tiempo a pasear, destrozar paraguas y perdernos por culpa de no parar de hablar.

Ayer Fito Cabrales dijo en una entrevista que sólo escribimos cuando estamos tristes porque cuando somos felices preferimos salir a la calle y ver a la gente que queremos. Precisamente por eso me cuesta tanto ponerme a escribir. Lo cual no es malo. Pero lo cierto es que revivir recuerdos tan felices nos hace poner a veces una cara parecida a la del león de San Lorenzo.