Isla de Burano

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Burano es una de las muchas islas que rodean la ciudad de Venezia. Se trata de un pueblo de pescadores característico por sus casas de colores. Leí que los vecinos de Burano decidieron colorear las fachadas de sus casas para que se diferenciasen entre la densa niebla de la laguna veneziana. 
Además de Burano; Murano, Lido y Torcello son las islas más visitadas. Murano es famoso por la fabricación del colorido cristal de Murano. Lido, con su alargadas costas, es el destino veraniego favorito de los del Véneto. Y por último, Torcello es una pequeña isla tranquila y escasamente poblada que muestra la Venezia más rural. 
Para trasladarte entre las islas, la única opción son los vaporetos. Con un bono de 20 euros puedes coger todos los que quieras durante un día entero. Incluidos los que recorren el Gran Canal y rodean el casco histórico de Venezia.  
Burano es un pueblo cargado de artesanía. Además de la comercialización del cristal de Murano es famoso por la producción de encaje de la mayor calidad. 
De camino, tuvimos la suerte de divisar desde el barco la isla de San Michele, presente en infinidad de libros precisamente por el atractivo poético que tiene este auténtico cementerio flotante. Os dejo una foto y algo de información pinchando aquí

Hasta otra,

Adriana.
-¿No lo conoces?
Le contesté que no.
- Pues tienes que procurar visitarlo cuanto antes. Es monumento nacional. Además tú que eres literato te acordarás de cómo empieza la Edmenegarda de Giovanni Prati. 
Me vi obligado una vez más a confesar mi ignorancia. 
- Prati hace empezar su libro precisamente allí, en el cementerio israelita del Lido, considerado en el siglo XIX como uno de los lugares más románticos de Italia. Pero cuidado, si vas no olvides avisar al guarda de la puerta, que es quien tiene la llave, de que quieres visitar el cementerio antiguo, donde desde el siglo XVIII ya no se entierra a nadie. Yo lo descubrí en 1905, figúrate. Todavía estaba soltero y vivía en Venezia (viví dos años). El tiempo que no pasaba en el Archivo del Estado hojeando los manuscritos relativos a las distintas naciones en que la comunidad de Venezia se dividía, lo pasaba en el cementerio, también en invierno. Al descifrar una tras otras las lápidas del cementerio, escritas en español y portugués, no hacía mas que continuar al aire libre mi trabajo de investigación. ¡Qué tardes tan deliciosas aquellas...! Con aquella verja frente a la laguna veneciana, qué solo se abría para nosotros. Porque allí dentro nos hicimos novios, Olga y yo. 
Fragmento de El jardín de los Finzi Contini por Giorgio Bassani.

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